Javier Olivares, productor ejecutivo en Globomedia (The Mediapro Studio), comentó que el showrunner defiende que lo que se vea en pantalla sea lo más cercano a lo que creó en su cabeza y en el guion.
“Siempre he creído que las series, lejos del cuidado de sus autores pasan mucho frío y se homogeneizan demasiado unas con otras. Y la industria siempre es más fuerte cuando ofrece distintas voces y alternativas, cuando es más creativa”.
Explicó que el papel del showrunner no es tan reciente. Ya en 1981, Steven Bochco lo hizo en Hill street blues; David Chase en The Sopranos, en 1999, y Tom Fontana “mi ídolo, y del que he aprendido todo lo que he podido” lo hizo en 1983 con Hospital, en 1993 con Homicide: Life on the street y con Oz en HBO. “Ellos definen qué es un showrunner y la necesidad de esta figura (que incluye —no nos olvidemos— en sus obligaciones la elección de directores, casting, corte final), de cumplir con los presupuestos sin merma de calidad”.
Agregó que en España, en los 80 y 90, ya estaban Jaime de Armiñán, Chicho Ibáñez Serrador y Ana Diosdado, entre otros. “Estamos hablando del siglo pasado, no del lunes pasado. Son los maestros a los que debemos todo y luego han venido todos los demás. No reconocerlo sería una falta de humildad muy grande”.