La industria cinematográfica de México de nuevo está floreciendo. Después de haber tenido su edad de oro entre los años 40 y 60, en la que se producían películas que se exhibían mundialmente, entró en un ciclo extremo de producción, perdiendo la gran mayoría de sus mercados. Por una parte, surgió un cine llamado de ficheras, barato y ligero, y por la otra, apareció un cine sumamente intelectual, costoso y complicado, financiado en gran parte por el Estado.Esta polarización, por supuesto, ha generado el resurgimiento de una tendencia intermedia, dedicada a realizar buen cine y a conquistar los mercados locales e internacionales. El presidente Salinas nombró a Ignacio Durán como director del Instituto de Cine, organismo que rige la industria y los fondos estatales. Nacho, como así se le llama, tiene formación de buen administrador y es un impulsor por naturaleza. Su trabajo comprobado en el UTEC. Unidad de Televisión Educativa Cultural, donde prácticamente de la nada convirtió a esta productora en una de las más importante del país, ha llenado de confianza y optimismo a todos los sectores involucrados en la producción. Igualmente, han aparecido fondos frescos para impulsar la industria y se ha diseñado otra política que busca más la coproducción que la subvención.En los últimos meses de 1989, comenzó de nuevo la producción de películas que romperán el esquema polarizado y que abrirán un nuevo ciclo para la industria.
