Proveedores
de tecnología y grupos de presión ecologistas se han centrado en los objetivos
de descarbonización de las tecnologías en la nube, una ambición que se enmarca
en el acuerdo climático de París de 2015, ratificado en la conferencia
sobre sostenibilidad celebrada en Londres a principios de abril.
El valor
ecológico de la nube no se reduce a su eficiencia energética o valorar los recursos informáticos en su conjunto, de manera holística,
ello incluye la manera en que los proveedores construyen y gestionan los
centros de datos. La reciclabilidad del járdwer también es un factor de
sostenibilidad.
Al tiempo
que las organizaciones abordan el impacto medioambiental de sus operaciones, la
firma de analistas Gartner pronostica que las emisiones de carbono generadas
por los hiperescaladores serán un factor determinante en las decisiones de
compra de los consumidores.
Antes de que
la ONU pusiera en marcha un tratado destinado a reducir drásticamente las
emisiones de carbono para 2030, la adopción de la nube en las empresas estaba
impulsada por la necesidad de eliminar los costes vinculados a la ejecución de
cargas de trabajo en las instalaciones.
“El
principal motor de la nube no ha sido la sostenibilidad, sino la agilidad. La
sostenibilidad ha sido un subproducto del uso de la nube, que los proveedores
han descubierto y han promocionado como factor de atracción” indica el
Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) que informó de que el sector de
las TIC suponía más del 2% de la demanda mundial de energía, al mismo nivel que
las emisiones generadas por la industria.
Nubes
soberanas
Como las
grandes firmas estadounidenses dominan la economía de la nube, y Estados Unidos
promulgó en 2018 la directiva Cloud Act que permite a los proveedores acceder a
las bases de datos de los usuarios, Europa y China también han aprobado leyes
que exigen una protección más estricta de los datos recopilados fuera de sus
fronteras.
Según la
publicación tecnológica CIO, las tensiones en torno a la autoridad de datos han
dado lugar a lo que ahora se denomina nube soberana, que garantiza que todos
los datos permanezcan en un territorio nacional determinado e impide en toda
circunstancia el acceso a estos desde el extranjero.
Si embargo
esto podría poner en entredicho las ambiciones ecológicas de la industria de
nubes: “La nube soberana implica que, casi con seguridad, se necesitará un
centro de datos local en cada país… ahí entra en juego una dinámica distinta”.
El uso de
millones de litros de agua en la refrigeración de los centros de datos no es
respetuoso con el medio ambiente ni sostenible, pero ahí es donde entran en
juego nuevas tecnologías como la refrigeración mediante inmersión en líquido y dicho
proceso será más complejo y caro que edificar instalaciones en el Ártico, como
han venido haciendo las grandes firmas que se dedican a la nube.
Y en el caso
de las nubes soberanas impulsadas por los gobiernos locales, estas podrían
carecer de recursos para adoptar innovaciones tecnológicas climáticas de
vanguardia.