El caos y la oscuridad se conjugan en La niña y el cazador, película colombiana que se estrenó en salas de cine el 1.º de agosto. El largometraje fue dirigido por Luis Enrique Vanegas y producido por Vox In. Cuenta la historia de dos familias que tienen que buscar refugio en medio de un apocalipsis que sucede en una Bogotá consumida por la anarquía. Mientras lo hacen, deberán cuidarse de los ‘cazadores’, quienes siembran el terror en las calles.
Vanegas, quien también es productor ejecutivo, enmarcó esta cinta dentro del subgénero de fantasía posapocalíptica: “también tiene mucho de survival y suspenso, pero en últimas es un drama súper emocional acompañado con todos estos tintes”. Comentó que su relato presenta un matiz poco convencional al combinar un contexto de posapocalipsis con un elemento fantástico que adquiere la forma de una luciérnaga que guía a la protagonista a lo largo del film.
El concepto de La niña y el cazador se concibió en 2012, inspirado parcialmente en la leyenda urbana del fin del mundo según el calendario Maya. Mientras estudiaba en la Universidad Javeriana, Vanegas escribió una primera versión del guion, que fue su tesis de grado.
Decidido a llevar su idea a la pantalla, recurrió a métodos de financiación alternativos: “Lanzamos un crowdfunding para conseguir fondos para la película y conseguimos US$5 mil con los que grabamos una parte. Tras una pausa, volvimos a hacer crowdfunding y levantamos US$ 11 mil aproximadamente, con eso hicimos otra parte. A eso se sumaron favores, tarjetas de créditos, préstamos que saqué como productor principal y con eso la sacamos adelante” relató.
Estas iniciativas las difundieron por redes sociales como Twitter (ahora X). “Buscamos hashtags usados por gente que apoyaba el cine independiente y que había participado en campañas anteriores; los contactamos y algunos donaban US$100 o US$200, a veces mucho más a cambio de ver sus nombres en los créditos” resaltó Vanegas, quien aseguró que la mayor parte del dinero fue donado por personas del exterior.
“Les enviábamos teasers e imágenes reales de la película. Fue curioso porque la película se financió en buena parte a punta de desconocidos que querían apoyar a unos locos en Internet” recordó.
La película se grabó entre 2015 y 2019 en diferentes etapas. Se rodó en municipios de la sabana de Bogotá, como Cogua y Tenjo, así como en el embalse del Neusa. El 90% del rodaje se realizó de noche. El cineasta afirmó que eso representó un reto físico y logístico, debido al clima frío y los horarios de trabajo atípicos (que se extendían hasta la madrugada). Generalmente, el crew en el set estuvo conformado por 30 personas.
EL CINE COLOMBIANO AMPLÍA SU ESPECTRO
Otro desafío fue tener que grabar en campo abierto con una planta eléctrica que emitía ruidos que afectaban el sonido de las escenas. Eventualmente debieron grabar con luces LED que estaban conectadas a la batería de carros en los que se transportaban. También se valieron de antorchas, fogatas y lámparas improvisadas para iluminar los planos.
Por último, dijo que, si bien el cine colombiano ha estado envuelto en la visión tradicional de que solo hay comedias, narcopelículas o películas autorales, ahora hay una “gran diversidad de géneros, se están saliendo muchas películas con temas alternativos como Malta, El bolero de Rubén y cosas interesantes en animación como La otra forma”.
En su visión el público colombiano está abierto a cintas locales que se salgan de los tópicos usuales, pero estas necesitan más ventanas de exhibición para llegar a la gente.