Cuando en 1964 Marshal McLuhan dijo que “el
medio es el mensaje”, los publicistas de la época tomaron nota y comenzaron a
desarrollar estrategias de comunicación masivas a través de la television, y el
poder de la unidireccionalidad del mensaje hizo el resto. La sociedad que
reflejaban en los medios era “feliz e inocente”.
Cuando entre 2007 y 2008 la revolución del IPhone,
Facebook, Google, Twitter y YouTube plasmó la idea de democratización y libertad
de expresión para las masas, tanto el triunfo de Obama como el festejo de los 75
años de mi tía Berta pudieron ser vistos por el mundo entero. Finalmente, el
individuo había “logrado” encontrar su voz y los publicistas comenzamos a ver
que las cosas iban a cambiar dramáticamente.
Y en 2017, cuando Jonathan Taplin dijo que
las redes sociales estaban poniendo en riesgo las democracias a través de
algoritmos y manipulación —y fue tildado de apocalíptico y extremista— la
industria pasó de la manipulación masiva inconmensurable a la persuasión quirúrgica
cuantitativa.
Y hace apenas unas semanas el mundo se dio
cuenta de que su privacidad quedó al desnudo, y que el “free lunch” no era tal. Que
el algoritmo sabe antes que nosotros qué nos gustaría comprar, o que la famosa
frase del nazi Goebbels (Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad) puede generar cambios
sociales y políticos impensados.
Esta es la realidad con la cual nos
enfrentamos y va a definir qué tipo de “independencia mediática” vamos a
tener en el futuro.
Creo que la no-privacidad en las redes la
alimentamos nosotros mismos, y si bien nos gustaba el “free lunch” quizás
debamos optar por hacer algunos ayunos, rechazar el postre, mirar las calorías
de cada comida, y elegir cuánto queremos dejar en el plato. Porque ya sabemos
que en esta última década hemos pasado de ser usuarios a ser el producto mismo,
y que cada vez hay más caníbales que quieren hincarnos el diente. ¡Buen
provecho!
Por: Norberto Zylberberg
CCO y fundador
Socialisssima